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26 febrero, 2009

EL TAROT Y LA MAGIA "ALEISTER CROWLEY"

EL TAROT Y LA MAGIA (PARTE I)
La obra de A. Crowley está teñida de la oscuridad y megalomanía con la que él revistió su persona, pero no deja de constituir un singular testimonio de un ser humano que dedicó su vida a las prácticas y a los estudios más diversos dentro de la cadena de transmisión de la magia europea en la senda de Eliphas Levi y de la orden inglesa de la Golden Dawn . Sus textos - como el que presentamos - muestran una especial síntesis creativa de los elementos del esoterismo europeo del s. XVIII y XIX
EL TAROT Y LA MAGIA
La Magia es la ciencia y el arte de hacer que se produzca el cambio en conformidad con la Voluntad. Con otras palabras, es Ciencia, Pura y Aplicada.
Esta tesis ha sido desarrollada en gran medida por el Dr. Sir. J. G. Frazer. Pero en lenguaje vulgar, la palabra Magia ha sido empleada para dar a entender un tipo de ciencia que la gente en general no comprende. En este ensayo emplearemos esa palabra en este sentido limitado para la mayor parte.
El objeto de la Ciencia es explorar la Naturaleza. Las primeras cuestiones que se plantea son: ¿Qué es esto? ¿Cómo se produjo? ¿Cuáles son sus relaciones con los demás objetos? El conocimiento adquirido puede utilizarse después en la Ciencia Aplicada, que se pregunta: ¿Cómo podemos emplear mejor tal y tal cosa o idea para el propósito que nos parece justo? Puede que un ejemplo nos aclare esta exposición.
Los griegos de la antigüedad sabían que frotando el ámbar (al que llamaban Electrón) con seda, aquel adquiría la facultad de atraer objetos ligeros tales como trozos pequeños de papel. Pero no fueron más allá. Su ciencia estaba amordazada por teorías teológicas y filosóficas de tipo apriorístico. Esto sucedía hace más de 2.000 años antes de que este fenómeno se relacionara con otros fenómenos eléctricos.
La idea de Medida apenas si era conocida por algunos matemáticos como Arquímedes, y por los astrónomos. Los cimientos de la Ciencia, tal como la entendemos hoy, apenas si se pusieron hace 200 años. Se tenía una cantidad inmensa de conocimiento; pero casi todo él era cualitativo.
La clasificación de los fenómenos dependía mayormente de analogías poéticas.
Las doctrinas de «correspondencias» y «signaturas» se basaban en semejanzas fantásticas. Cornelius Agrippa hablaba de la «antipatía» entre el Delfín y el Remolino. Si una prostituta se sentaba debajo de un olivo, éste dejaría de dar fruto. Si una cosa se parecía a otra, participaba de alguna forma misteriosa de sus cualidades.
A muchas personas de hoy les parece que esto no es más que ignorancia de clasificación, hasta donde llegó, era a veces bueno y a veces malo. Pero en ningún caso llegó muy lejos. La ingeniosidad innata de sus filósofos natos compensaba en gran medida la endebles de sus teorías; y les llevó finalmente (en especial a través de la Alquimia, donde se veían obligados por la naturaleza del trabajo a añadir observaciones reales a sus observaciones ideales) a introducir la idea de Medida.
La Ciencia moderna, obnubilada por el éxito práctico que acompañó a esta innovación, ha cerrado por las buenas la puerta a cualquier cosa que no pueda medirse. La Vieja Guardia se niega a someter esto a discusión. Pero la pérdida es inmensa. La obsesión con las cualidades estrictamente físicas ha bloqueado todos los auténticos valores humanos.
La ciencia del Tarot se basa enteramente en este sistema más antiguo. Los cálculos implicados son muy precisos; pero nunca pierden de vista lo Inconmensurable y lo Imponderable.
La teoría del Animismo siempre estuvo presente en la mente de los maestros medievales. Cualquier objeto de la naturaleza no sólo poseía sus propias características materiales, sino que era una manifestación de una idea más o menos tangible de la cual dependía.
Es cierto que el Estanque era un estanque; pero también era el hogar de una ninfa. A su vez, ésta dependía de una ninfa de rango superior, la cual estaba mucho menos íntimamente ligada a un estanque determinado, y mucho más a los estanques en general; y así sucesivamente hasta llegar a la suprema Dama del Agua, quien ejercía una supervisión general sobre todo su dominio. Ella, naturalmente, estaba sujeta al Regente General de los Cuatro Elementos.
Esta era exactamente la misma idea que en el caso del agente de policía, quien tiene su sargento, inspector, superintendente y comisario, haciéndose cada uno de ellos cada vez más nebuloso y remoto hasta llegar al difuso Ministro del Interior, quien, a su vez, está al servicio de una sombra completamente intangible e incierta a la que se llama La Voluntad del Pueblo.
Continuará...

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